viernes, 7 de mayo de 2010

La colegiala de Federico Lagos R.


Todo comenzó en la zona franca de Arica. El '82.
Me compró un vendedor viajero de una fábrica de cecinas de la capital. A su regreso fui el usado fetiche de toda la familia. Los dos cabros chicos que se peleaban todo el rato para tomar fotos conmigo, y la abúlica esposa de este tipo, Federico Lagos Román, que no hacía nada más que gritar para que los niños dejaran de empujarse y pelear.
Si alguno de ustedes viera a este tipo por la calle diría: "Oh, que hombre más amable y trabajador" o, "este hombre da todo por su familia, viaja por todos lados para darles un buen pasar", ja ja, buena broma. ¿Les cuento la firme?. El tío era más caliente que parrilla de bautizo, por decirles algo, se farreaba casi la mitad de su sueldo el putas y topless. Es más, tenía un ticket en primera clase para irse al infierno.
La foto con que inauguro esta serie de historias (que son muchas) es la de Amanda. Una colegiala de un liceo cualquiera de, creo, unos 16 años. La amante-hija de este fresco de raja.
La pasó a buscar a Plaza Italia a eso de las seis de la tarde. Era verano, con lo que toda mujer andaba de livianas prendas y radiante. Federico no paraba de tocarle bocinazos a cualquiera que se cruzara o pasara cerca de su fiat 600 del '75.
Ahí estaba ella, justo en la esquina de Vicuña Mackenna con Alameda, de jumper corto y camisa blanca, muy sonriente ( pues sabía que nuestro amigo le iba a pasar unos pesos para el fin de semana, con lo que podría salir con Ruben - su pololo oficial- a bailar sin contratiempos)
Subió rápidamente al auto, se soltó algunos botones de la camisa y sacó un Hilton de la guantera para fumar camino al motel.

- ¿Cómo está mi osito? - pregunto risueña.
- Muy bien y, ¿usted mi cosita?, veo que está más rica que nunca, ah.
- Para usted no más, papito. Se apoyó en el hombro de Federico mientras echaba humo por la ventana.

Entraron al motel.

Les tocó la misma pieza de la última vez, esa con jacuzzi al fondo.

- Te tengo una sorpresa - dijo Federico tendido en la cama, sacando de su maletín a su nueva gran adquisición, o sea, yo.
- ¿Qué cosa?
- Mira, ven.
- ¿Qué es eso?
-Una Polaroid.
- ¿Polaroid?- preguntó otra vez con un tono absorto.
- Sí, es una cámara.
- Ah, no. No me vay a tomar fotos en pelota, para que después las vean todos los hueones de donde revelan fotos.
- Oiga amorcito, no se enoje. Si esta maravilla no necesita de eso. Salen las fotos listas.
- ¿Cómo?
- Mira, párate ahí, en la muralla y te demuestro.
- Así, ¿con ropa?
- No phu, sáquese todo.

Hice: ¡Click!; y luego vomité la primera de tantas fotos.

Hecho.
De ahí se tomaron casi todo el rollo. En una de las fotos apretaron el disparador con el dedo gordo del pie, yo apoyada entre almohadas, y ellos balanceándose cuan tortuguitas de agua.
Eran las 8 de la tarde cuando Federico decidió que era hora de irse.
Al abrir la puerta para salir de la habitación un adolescente de estatura casi idéntica a nuestro amigo Federico, digamos un metro setenta. Lo empujó fuertemente hacia dentro de la habitación.

- Así que vos soy el viejo de mierda que se esta comiendo a mi mina, ¿ah?
- ¡Ruben!, ¿qué haces, estay loco? - gritó paralizada de miedo, la colegiala.
- Tú cállate, después vamos a hablar los dos. Ahora este huevón se las va a arreglar conmigo.
- ¿Quién es este? - preguntó algo perplejo, Federico desde el piso.
- El pololo, ¿cachai, viejo huevón?-responde irónicamente el joven-. El pololo de verdad, no el viejo caliente que anda puro hueviando con minas de otro. Toma conchatumadre.

La patada en las costillas fue lo suficientemente fuerte como para quebrarle un par de ellas.

- Rubén, voy a llamar a los pacos si no parai- dice Amanda nerviosa-. Mira ahí vienen unas camareras nos van a denunciar; chucha, viste Rubén que andai puro haciendo problemas.
- El que esta cagao es tu viejito, no veí que se va a ir "precioso" por andar comiéndose cabras chicas- dice enfurecido Rubén.
- Igual que tú no más- le responde Amanda.
- Cállate mierda y pásame eso.

Me tomo con ira y aptretó dos veces el disparador hacia el cuerpo retorcido del ejemplar esperpento de padre de familia, que yacía en el suelo de azulejos marrones de aquel lujoso y exclusivo motel.
Esas fotos las mezcló con las que la ya sufrida pareja salian desnudos en todos los rincones de la habitación.

- Ahora- dijo el enfurecido Rubén - vamos a esperar a los pacos. ¿OK?
- Pero, amor, va a quedar la caga.
- Ya quedó, o no te hay dado cuenta pus tonta huevona.

De ahí, al rato, pase a la comisaría. A la pobre esposa de Federico, que se vio en la obligación de quebrarle una costilla del lado sano al ver las fotos y escuchar las confesiones de su muy "fiel" esposo, luego al tribunal y por último a las manos del juez encargado de la causa de estrupo en contra de Federico Lagos R..
Pero esa, esa es otra muy buena y sabrosa historia.

martes, 4 de mayo de 2010

Yo Cámara


¡Qué no he visto! ¡Qué no he guardado para la posteridad! ¿He sido yo la culpable de que los tortolitos se junten a hacer cochinadas y se tomen fotos con total descaro?, ¿soy yo la que junta a dos, tres o a veces a más personas a tener un momento de puro desahogo? No señores, sólo he sido utilizada y manoseada, bien manoseada por lo demás. Y por eso ahora voy a contar con lujo de detalles lo que he visto y he congelado en el tiempo. ¿Saben por qué?
Porque nada es lo que parece y, además, porque se me da la gana.
Salud y provecho.